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El valor de la experiencia en el V Congreso Latinoamericano y II Congreso Ecuatoriano de Etnobiología
El avance tecnológico ha desplazado gran parte de los saberes ancestrales que guardan nuestros pueblos indígenas durante milenios. Los países en vías de desarrollo añoran convertirse en cosmopolitas dejando de lado su esencia natural que es nuestro legado; no se debe desmerecer la tecnología que ha generado grandes beneficios para la humanidad, sin embargo ¿Por qué imitarlos? Cada país debe valorar lo que produce, fomentar a la conservación de la gran biodiversidad que en el Ecuador nos distingue. Es, en este punto donde surgen varias incógnitas ¿Por qué perder nuestras costumbres? ¿Para ser parte de un sistema limitante?
A medida que el programa del V Congreso Latinoamericano y II Congreso Ecuatoriano de Etnobiología avanzaba, la diversidad de opiniones generaban mesas con propuestas interesantes basadas en la experiencia, sea esta científica o ancestral. Un ejemplo incomparable, es el de Mama Celia, una quichua amazónica, que ha dedicado gran parte de su vida a ser partera, conociendo igual o incluso más que muchos expertos de plantas y sus usos. En este contexto de debate, fue consecuente hablar del controversial desarrollo y como decía Mama Celia: “…el problema no es la carretera de Alemania o el aire “puro” de Francia, en esencia es como ese capitalismo ha ido abarcando a la humanidad en serios problemas ambientales donde los desechos se ven mejor en África.”
Ahora bien, el poder combinar ese desarrollo en función de la base, es vital porque si la base no se sostiene, será peor lo que viene; como señalaba la comunidad brasileña: es triste ver como un par de años se enfatiza enseñando la “colonización” y no se aprende a comer sano o a cultivar la comida. Como país, o mejor aún como América Latina, tenemos que comprometernos a valorar el tesoro de lo heredable, esos saberes que conservan nuestros pueblos, como dirían nuestras abuelitas es hora de “tomar el sartén por el mango”, reflejando los puestos en biodiversidad que la región ocupa.
Cientos de años de aprendizaje, trasmitido y mejorado de generación en generación, se resumían en cálidas experiencias a lo largo de los días de trabajo, en donde conjuntamente con el equipo de la Universidad del Azuay compartimos criterios, conocimiento y sobre todo recibimos un sinfín de enseñanzas basadas en sonrisas.
A pesar de que los temas eran extensos en comparación al tiempo; pudimos concluir el congreso valorando cada acción de relación que establecemos con la naturaleza, en fin, habrá que preguntarnos ¿Cuánto amamos nuestras costumbres?